Viajar en tiempos de pandemia / Güero
7:30 de la mañana. Me encuentro al sur de la Florida, Estados Unidos, en un abarrotado hotel de la cadena Marriot. El desayuno incluido con el precio de la habitación se sirve tipo buffet, la gente a mi alrededor no porta mascarilla. Hay mucho bullicio y poca distancia social entre los presentes. Esta es la situación actual a poco más de un año del comienzo de la pandemia más importante del siglo XXI.
Tenía programado realizar este viaje hace un año, pero sobra decir las razones del aplazamiento. Por fin, no hay fecha que no se cumpla. Me armé de valor junto a mi familia para realizar la hazaña que supone viajar en pandemia.
Comenzaré diciendo que Aeroméxico, nuestra línea de transporte, cambió el itinerario en repetidas ocasiones, cinco veces para ser exactos. Tuve que pasar la noche en el aeropuerto de la Ciudad de México debido a la re programación de sus vuelos internacionales. Eso sí, a expensas del proveedor de transporte, así como los vales de alimentos y bebidas para todos mis acompañantes.
A diferencia de la mayoría de países europeos en los que no es posible desplazarse de un lugar a otro sin una prueba PCR o antígenos, en nuestro país este procedimiento no es indispensable, existe libre tránsito por todos los medios de transporte, incluido el aéreo. Sin embargo, mi destino final era los Estados Unidos, por tanto, opté por realizarme dicha prueba clínica en una de las opciones más económicas de las que se disponen, en el aeropuerto. Ahí su costo es un 50% más económico y los resultados suelen tardar entre 15 y 20 minutos. El laboratorio, certificado por el consulado americano, emite la constancia en la que se dice que el pasajero es negativo de Covid-19, eso sí, no debe exceder 72 horas de la fecha de ingreso al vecino del norte.
En la terminal 2 del aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México, soy inspeccionado y en dicho registro me son retiradas un par de botellas de agua y una fragancia de 120 mililitros. Continuo mi camino después del control de seguridad para toparme con un mar de gente por doquier. Choco de frente en más de una ocasión con apresurados viajeros, quienes buscan llegar a la última llamada de su abordaje. Pensé en tomar un café antes del abordaje pero cambié de opinión al observar unas filas interminables. Fue así que me dispuse a buscar en los monitores informativos la sala de abordaje. Una vez localizada, un representante de la aerolínea me pide mostrar prueba de Covid-19, formato jurado de no Covid-19, pase de abordar y documento de viaje: pasaporte. Uno a uno fui mostrando los protocolarios papeles de los cinco viajeros en total. Después nos piden formarnos en la zona 2 de 5. Así, zona a zona van ingresando a la aeronave los viajeros. El avión se encuentra al tope de su capacidad, afirma una persona con un chaleco reflejante con logotipo de la aerolínea, me pide dejar dos de las cinco maletas de mano para ser documentadas y no llevarlas conmigo debido a la carencia de espacio abordo. A regañadientes accedo a cumplir la solicitud puesto que van algunas pertenencias que no me gustarían fueran extraviadas.
Las buenas noticias son que el tiempo de vuelo es corto, no pasa de las 2 horas y 45 minutos en total. Además se puede acceder gratis al wifi de abordo para enviar y recibir mensajes de WhatsApp y Facebook. Lo cual hace más llevadero el trayecto.
Las malas noticias son el reducido espacio entre los asientos, el raquítico servicio de alimentos y bebidas, que se reduce a unas galletas y una gaseosa. No hay desayuno formal, tampoco un apetecible café.
Al llegar al aeropuerto Internacional de Orlando (MCO) me percato de que las cosas no distan mucho de México, continuan los centenares de viajeros apresurados, el bullicio y los encontrones. Paso migración de forma express ante un amable oficial que nos da la bienvenida, recojo las dos piezas de equipaje y me acerco a la línea Dollar Car Rental para recoger la SUV alquilada desde México.
La cola de espera en Dollar es extensa, una hora aproximadamente después, por fin, un cordial ejecutivo me da las instrucciones del contrato de arrendamiento en un castellano entendible. Vaya a la sección 2, ahí están varios vehículos con las llaves puestas, tome el que más le guste, sugiere.
Ajusto los espejos y el asiento de conductor, me pongo el cinturón de seguridad, reviso nivel de combustible y doy el celular a mi mujer para que me guíe mediante Google Maps hasta el hotel en el que me encuentro ahora mismo.
Una odisea de viaje, sí, lo volvería a hacer, definitivamente sí. Desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró en marzo 2020 el SARS/Covid-19 como una pandemia, no he dejado de hacer mi vida normal. Eso sí, con las respectivas precauciones de portar máscara doble en aviones y aeropuertos, incluso guantes los primeros meses. He evitado tocarme el rostro, estar cerca de los demás mientras ingiero bebidas o alimentos. Incluso en las mañanas que salgo a pasear con mi mascota porto una protección en nariz y boca, me cambio de banqueta si viene algún peatón de frente.
Viajar en pandemia es seguro, a pesar de no haberme vacunado, con medidas de prevención y con responsabilidad. Por cierto, aprovechando el viaje, realizaré una cita para vacunarme, se puede hacer en clínicas privadas, supermercados con farmacia como Walmart o Target, y cadenas de farmacias como CVS o Walgreens. En Estados Unidos se disponen de tres vacunas actualmente: Pfizer, Moderna y Jensen. Las dos primeras con dos dosis de tres semanas entre cada una, mientras que la última es dosis única. A pesar de los casos aislados de trombos, la comunidad europea acaba de admitir la vacuna de Johnson & Johnson, por lo que puede que sea la alternativa que agende para los próximos días. Ya les contaré qué tal me fue.
La opinión de César Omar Ramírez de León: Empresario, maestro en psicoterapia gestalt adultos y capacitador en gestión efectiva de recursos humanos.